Resumen
“Las versiones homéricas”, ensayo de Jorge Luis Borges incluido en Discusión, empieza con una frase lacónica y enfática: “Ningún problema tan consustancial con las letras y con su modesto misterio como el que propone una traducción”. Cuando
escribió esta sentencia (por cierto tan sugestiva que Georges Steiner decidió usarla como uno de los epígrafes de su libro Después de Babel), Borges llevaba más de un decenio de ejercer el oficio de traductor. En efecto, a partir de 1920 las efímeras
revistas españolas donde se difundió el ultraísmo recibieron la contribución del joven escritor argentino, quien publicó en ellas tanto sus primeros textos como traducciones de poemas recientes del inglés, el alemán y el francés...